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Si hay algo que me define es que mi pelo siempre está en modo huracán y que cualquier excusa es buena para meter los pies en el agua. Así que cuando surgió la idea de pasar tres días en las playas de Valencia, con alquiler de barco incluido, dije: “¿Dónde firmo?”

Porque sí, me flipa la arena, pero también me flipa la idea de dejarla atrás y lanzarme al mar como si tuviera un yate privado (spoiler: no lo tengo, pero se puede alquilar un barco, que es casi lo mismo).

Día 1: Playa de la Malvarrosa, sol y cervezas frías

Empezamos el viaje con lo clásico: Playa de la Malvarrosa. Aquí no hay postureo, solo arena dorada, agua fresquita y chiringuitos con cervezas frías que saben a gloria. El plan era sencillo: sol, baños, risas y comer hasta quedarnos inmóviles.

👉 Tip importante: si vienes a Valencia y no pruebas una paella en la Malvarrosa, te devuelven a casa sin souvenir.

Por la tarde, cruzamos andando a la Playa de la Patacona, que es como la Malvarrosa pero con menos gente y más calma. Nos sentamos en una terracita, vimos el atardecer y brindamos porque lo mejor aún estaba por llegar.

Día 2: Nos subimos a un barco de alquiler y nos creímos diosas del mar

Aquí viene el plato fuerte. Nos levantamos temprano (vale, no tan temprano) y fuimos al puerto de Valencia a recoger nuestro barco de alquiler. La sensación de decir «hoy tengo barco» aunque sea por unas horas es pura fantasía.

📍 Primera parada: Cala del Moraig (sí, está en Alicante, pero en barco todo queda cerca). Aguas azules, acantilados, peces nadando alrededor… O sea, el paraíso. Nos tiramos al agua y nos olvidamos del mundo.

📍 Segunda parada: Portitxol, en Jávea. Aquí el rollo es más aventurero: cuevas marinas, snorkel y muchas ganas de explorar. En este punto ya nos sentíamos como sirenas (sirenas despeinadas, pero sirenas al fin y al cabo).

📍 Tercera parada: Isla del Descubridor. Aquí el agua es tan transparente que puedes ver hasta lo que pensabas que habías perdido en la playa el día anterior. Tiramos ancla, nos relajamos al sol y nos prometimos que algún día tendríamos un barco propio (los sueños son gratis).

Volvimos al puerto con la piel salada, el pelo aún más rebelde y la certeza de que este ha sido uno de los mejores días en el mar Mediterráneo.

Día 3: Despedida en la Playa del Saler

Después del subidón del barco, nos merecíamos un cierre tranquilo, así que nos fuimos a la Playa del Saler, a unos 15 minutos de Valencia. Aquí todo es más salvaje: dunas, mar abierto y cero aglomeraciones.

El plan: tirarnos en la arena, dejarnos secar por el sol y prometer que repetiríamos este viaje muy pronto.

A ver, si después de leer todo esto no te han dado ganas de alquilar un barco y perderte por la costa de Valencia, no sé qué más decirte. Valencia es puro Mediterráneo, y si le sumas un barco de alquiler, calas escondidas y muchas ganas de aventura, la experiencia se vuelve inolvidable.

Así que sí, 10/10 repetiría. Y volvería a casa igual de despeinada, pero infinitamente más feliz. Nos vemos en el mar. 🌊✨

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